miércoles, 9 de julio de 2014

El dolor de dos pueblos ocupados. La masacre continúa. Por la libertad de los pueblos #PalestinaLibre #SáharaLibre

“La MINURSO y los Derechos Humanos en el Sáhara Occidental”, así reza el título de mi trabajo fin de grado. Para los que no lo conozcáis, la MINURSO es la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental. Una Misión ineficaz, irresolutiva y pasiva ante la vulneración constante de los Derechos Humanos en los territorios ocupados. En definitiva, una misión estúpida e inútil que sólo ha servido y sirve para que observadores de Naciones Unidas disfruten de rico té con unas vistas inmejorables. Dentro de mi estudio, analizaba a los actores cuyo papel es decisivo en el desarrollo del conflicto. Así, tenemos a saharauis y argelinos luchando por la emancipación, frente a marroquíes, franceses, estadounidenses y españoles apoyando políticas para mantener el status quo. Nuestro país, cumplió un papel histórico de traición y abandono, con una actual bajada de pantalones frente a los verdaderos directores de orquesta, batuta que Estados Unidos comparte con Francia.



               Los intereses económicos y geoestratégicos, aumento del poder en definitiva, que se anteponen una y otra vez al respeto de los Derechos Humanos. La tortura, desapariciones forzadas, violaciones, vejaciones o falta total de libertad, es la realidad que día a día viven miles de personas. ¿Sabéis qué es lo malo? Que esta historia no es nueva, que nos la llevan contando 39 años y seguimos sumando. ¿Sabéis qué es lo peor? Que lamentablemente tampoco estamos frente a un suceso inédito, sólo tenemos que observar las masacres que se vienen repitiendo en Palestina, territorio también ocupado y asediado bajo la pasividad y permisividad de Naciones Unidas.

¿Cómo se pueden producir estas vulneraciones constantes a los Derechos Humanos , bajo el manto de Naciones Unidas? Pero no estamos frente a una organización que, según podemos leer en su página web, apareció para “mantener la paz y la seguridad internacionales, fomentar entre las naciones relaciones de amistad y promover el progreso social, la mejora del nivel de vida y los derechos humanos”. Yo lo tengo claro, estamos ante un completo circo institucional donde todos saben bien cuál es su papel. Los payasos del Consejo de Derechos Humanos ensayan sus innumerables pantomimas, con el fin de distraernos y convencernos de que debemos sonreír y esperar al final del número sin impacientarnos. Con nariz roja y barriga llena, aparece el último de estos payasos con la intención de cerrar la actuación. Una vez en el centro del escenario, se despide con un: “tranquilos. Dejad de sollozar que todo lo hacemos por el bien del pueblo palestino”. Pero la diversión no cesa y ahora es el turno del domador israelí. Con justa en la mano y sin demasiados esfuerzos, consigue que leones yankis salten y bailen al compás que les marca, sin dejar que ningún otro animal entre en la jaula. Finalmente, el resto de actores cuya única función es la de atrezo, esperan señales de los leones para saber cómo actuar y dónde colocarse. Al fin y al cabo, son los reyes de la selva.
Termina el show y es el momento de conocer la opinión del público, público que aún permanece sentado en las gradas oxidadas y con grandes deficiencias de seguridad, realidad que choca de bruces con el lujo y poderío que derrocha el escenario. Entre las diferentes filas, vemos muchos vacíos, muchísimas son las personas que faltan. Hay mayores acompañando a niños; a niños sin mayores; y mayores sin niños. Entre todos los rostros, apenas podemos dilucidar una simple sonrisa. En la mirada de las niñas y niños encontramos desconcierto, tristeza y angustia. A la mayoría de ellos les han arrebatado su infancia e inocencia de un plumazo, o quizás, debería decir de un bombazo. ¿Cuántas faltas encontraremos en la función de mañana?





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