lunes, 26 de noviembre de 2012

¿Vanguardia? ¿Vinculación?


Madrid es el lugar elegido para formar a los agentes del cambio ibéricos e iberoamericanos. Ha sido cuna del movimiento indignado que ha alcanzado proyección internacional y, actualmente, sigue siendo un escenario donde centenares de manifestaciones se suceden día tras día para luchar contra abusivas políticas que ahogan y sumen al pueblo en el mayor de los desconsuelos. Madrid debía ser la tierra donde jóvenes de diferentes nacionalidades plantásemos el germen del cambio. Donde  luchásemos porque nuestra voz saliese del mal cultivado terreno en el que se haya anquilosada nuestra clase política, y lograse florecer materializándose en propuestas alternativas, propuestas de cambio. Con esta idea arrancamos Vanguardia y ya terminada sigo sin comprender el porqué de tildarnos como agentes del cambio.

            Con nuestras mejores galas nos dirigimos hacia Casa América. La ruta de ese jueves 8 noviembre se repetirá durante los próximos 4 días. Asistimos a ponencias y, tras las mismas, intentamos consensuar posibles alternativas en grupos de trabajo al hilo de la temática desarrollada en la charla. Estas ponencias tienen un claro objetivo; incentivar a nuestras jóvenes e inquietas mentes a escuchar, madurar y pensar en la idea que el ponente trae trabajada y lanza hacia el público. Pretenden encender en nosotros la chispa que propicie la creación de verdaderas fórmulas del cambio.

            Aunque a priori la estrategia pueda parecer la panacea, el efecto final distó mucho de conseguir los resultados esperados. ¿Cómo pretendían instar a jóvenes a luchar por el cambio, si durante cuatro días adquieren el rol de asistentes a un mitin liberal? ¿Cómo intentar conseguir una erupción de ideas revolucionarias cuando día tras día nos reiteran a fuego que el sistema es el que es? ¿Verdaderamente querían encumbrar a jóvenes hacia el cambio de la mano de señores que se sienten evidentemente cómodos en la actual situación? ¿Por qué un foro de debate se desarrolló de manera tan unilateral? Y lo mejor… ¿Por qué nos instan a consensuar el cambio por un futuro mejor, si la alternativa estaba clara?  (Emprende, chico, emprende. Aunque la situación no te ofrezca las mismas oportunidades. Aunque no tengas el respaldo familiar con el que cuentan los privilegiados. Aunque quizás ya estés siendo víctima de explotación laboral para poder pagar tus estudios… ¡¡EMPRENDE!!). Nadie puede imaginar cuánto deseé que John Keynes se levantase de su tumba e hiciese una entrada triunfal a lo Michael Jackson en aquella sala porque, no, amigos, aquellos señores a mí no me representaban.

            Es difícil intentar transmitir el sentimiento que producían en mí, personas que desde sus privilegiados asientos, con la luz del foco apuntándoles desde arriba, creían tener la solución a todos los problemas y así nos lo transmitían. Qué bien se les daba desprestigiar a ese movimiento social nacido de la desesperación e indignación del pueblo, irónicamente, el mismo movimiento que en sus inicios hizo que Vanguardia pusiese el ojo en Madrid. Liberalicemos el mercado, movámonos por la ley del más fuerte y acallemos a golpe de porra al que tenga la ocurrencia de pensar. Qué gran recuerdo para transmitir de generación en generación. Desde que adquirí conciencia, he madurado la idea de que el Gobierno debe representar a su pueblo, no oprimirlo bajo el miedo, ni reducirlo a un número determinado de votos (además, mejor no entrar en estos análisis porque la abstención se proclama como ganadora absoluta).  

            Pero voy a ser positiva. Me quedo con el trabajo en grupo, con los facilitadores y, sobre todo, me quedo con los compañeros que he tenido el placer de conocer. Jóvenes que a pesar de tocar todos los colores del espectro ideológico, de ser un grupo verdaderamente variado y en ocasiones muy pasional defendiendo nuestros principios, logramos hablar, acercar posturas y consensuar acuerdos. Incluso algunas de estas personas, en poco más de unas horas, se convirtieron verdaderos agentes del cambio para conmigo. Me quedo con esta gran experiencia y agradezco a todos y cada uno de los ponentes que lograron reavivar en mí la llama de la indignación, porque gracias a ellos ahora tengo más claro que nunca cómo y hacia dónde tengo que remar. El cambio nunca podrá venir ni consensuarse si antes no se ha bebido de la realidad. Empatizar con los problemas del prójimo debería ser asignatura de obligatorio cumplimiento en política. Como desde Vanguardia se nos instó, esto no ha sido más que el comienzo, ahora toca trabajar día a día. Compañeros iberoamericanos, emprended por vuestros derechos, asumid vuestros deberes y dad día a día lo mejor de vosotros mismos para conseguir el cambio.

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