Madrid es el
lugar elegido para formar a los agentes del cambio ibéricos e iberoamericanos.
Ha sido cuna del movimiento indignado que ha alcanzado proyección internacional
y, actualmente, sigue siendo un escenario donde centenares de manifestaciones se
suceden día tras día para luchar contra abusivas políticas que ahogan y sumen al
pueblo en el mayor de los desconsuelos. Madrid debía ser la tierra donde
jóvenes de diferentes nacionalidades plantásemos el germen del cambio. Donde luchásemos porque nuestra voz saliese del mal
cultivado terreno en el que se haya anquilosada nuestra clase política, y
lograse florecer materializándose en propuestas alternativas, propuestas de
cambio. Con esta idea arrancamos Vanguardia y ya terminada sigo sin comprender
el porqué de tildarnos como agentes del
cambio.
Con
nuestras mejores galas nos dirigimos hacia Casa América. La ruta de ese jueves
8 noviembre se repetirá durante los próximos 4 días. Asistimos a ponencias y, tras
las mismas, intentamos consensuar posibles alternativas en grupos de trabajo al
hilo de la temática desarrollada en la charla. Estas ponencias tienen un claro
objetivo; incentivar a nuestras jóvenes e inquietas mentes a escuchar, madurar
y pensar en la idea que el ponente trae trabajada y lanza hacia el público. Pretenden
encender en nosotros la chispa que propicie la creación de verdaderas fórmulas
del cambio.
Aunque
a priori la estrategia pueda parecer la panacea, el efecto final distó mucho de
conseguir los resultados esperados. ¿Cómo pretendían instar a jóvenes a luchar
por el cambio, si durante cuatro días adquieren el rol de asistentes a un mitin
liberal? ¿Cómo intentar conseguir una erupción de ideas revolucionarias cuando
día tras día nos reiteran a fuego que el sistema es el que es? ¿Verdaderamente querían
encumbrar a jóvenes hacia el cambio de la mano de señores que se sienten evidentemente
cómodos en la actual situación? ¿Por qué un foro de debate se desarrolló de
manera tan unilateral? Y lo mejor… ¿Por qué nos instan a consensuar el cambio por
un futuro mejor, si la alternativa estaba clara? (Emprende, chico, emprende. Aunque la
situación no te ofrezca las mismas oportunidades. Aunque no tengas el respaldo
familiar con el que cuentan los privilegiados. Aunque quizás ya estés siendo
víctima de explotación laboral para poder pagar tus estudios… ¡¡EMPRENDE!!). Nadie puede imaginar cuánto deseé que John Keynes se levantase
de su tumba e hiciese una entrada triunfal a lo Michael Jackson en aquella sala
porque, no, amigos, aquellos señores a mí no me representaban.
Es
difícil intentar transmitir el sentimiento que producían en mí, personas que desde
sus privilegiados asientos, con la luz del foco apuntándoles desde arriba,
creían tener la solución a todos los problemas y así nos lo transmitían. Qué bien
se les daba desprestigiar a ese movimiento social nacido de la desesperación e
indignación del pueblo, irónicamente, el mismo movimiento que en sus inicios
hizo que Vanguardia pusiese el ojo en Madrid. Liberalicemos el mercado,
movámonos por la ley del más fuerte y acallemos a golpe de porra al que tenga
la ocurrencia de pensar. Qué gran recuerdo para transmitir de generación en
generación. Desde que adquirí conciencia, he madurado la idea de que el
Gobierno debe representar a su pueblo, no oprimirlo bajo el miedo, ni reducirlo
a un número determinado de votos (además, mejor no entrar en estos análisis
porque la abstención se proclama como ganadora absoluta).
Pero
voy a ser positiva. Me quedo con el trabajo en grupo, con los facilitadores y,
sobre todo, me quedo con los compañeros que he tenido el placer de conocer.
Jóvenes que a pesar de tocar todos los colores del espectro ideológico, de ser
un grupo verdaderamente variado y en ocasiones muy pasional defendiendo nuestros
principios, logramos hablar, acercar posturas y consensuar acuerdos. Incluso algunas
de estas personas, en poco más de unas horas, se convirtieron verdaderos
agentes del cambio para conmigo. Me quedo con esta gran experiencia y agradezco
a todos y cada uno de los ponentes que lograron reavivar en mí la llama de la
indignación, porque gracias a ellos ahora tengo más claro que nunca cómo y
hacia dónde tengo que remar. El cambio nunca podrá venir ni consensuarse si
antes no se ha bebido de la realidad. Empatizar con los problemas del prójimo debería
ser asignatura de obligatorio cumplimiento en política. Como desde Vanguardia
se nos instó, esto no ha sido más que el comienzo, ahora toca trabajar día a
día. Compañeros iberoamericanos, emprended por vuestros derechos, asumid
vuestros deberes y dad día a día lo mejor de vosotros mismos para conseguir el
cambio.
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