Arena, piedra y cielo, a esto se reduce la vida en los campamentos saharauis. Una dura y
difícil realidad que ellos decoran con la mejor de sus sonrisas, con el mayor de sus ánimos
y la sincera esperanza de un futuro mejor. No quiero derrochar líneas ahondando en el pésimo
comportamiento español o en la atroz y vejatoria actuación marroquí, y no quiero porque me
iría de lo verdaderamente importante, el Sahara y los saharauis.
Tengo 22 años, aún me queda mucho camino por recorrer, pero mire donde mire sólo escucho el patético papel que realizan los políticos, la incapacidad de algunos países lograr a un estado democrático o la extrema situación de desamparo que miles de individuos sufren día a día ante la pasividad de Instituciones que no mueven un dedo para pararlo. A pesar de todo, me niego a creer que en el siglo XXI la política se rige por la ley del más fuerte, del poderoso, relegando los derechos humanos junto a las personas a un segundo plano. Quizás suene utópico, pero creo en la “buena” actuación política (o necesito creer…), creo que la justicia internacional puede llegar a cumplirse, sólo se necesita un mayor número de voces que suenen al unísono pidiendo, en el caso que nos ocupa, la libertad saharaui, pidiendo que se respeten los derechos humanos.
El desconocimiento de la población es nuestro muro de la vergüenza, es la muralla más alta que debemos saltar. Verdaderamente ¿alguien puede tachar a los saharauis de ambiciosos al exigir su tierra? Y miento con el verbo exigir, pues lo que exigen es un referéndum. Pero madre mía… ¿hay posición más democrática que la de los saharauis? No piden la imposición de su autodeterminación, no buscan terminar en un conflicto armado, a pesar de las repetidas vejaciones que su población sufre a manos de Marruecos, únicamente piden la celebración de un referéndum. Votación para que sus ciudadanos decidan como quieren vivir, ¿es algo tan complejo e irrisorio para que la Sociedad Internacional (y bien hablo de Sociedad Internacional y no de organizaciones internacionales porque mi confianza hacia ellas, si
existió en alguna ocasión, simplemente se ha volatilizado y no quiero darle ningún tipo de protagonismo)
haga oídos sordos a esta dramática situación?
La injusticia, indiferencia o apatía que sufre el pueblo saharaui por parte del “mundo desarrollado” (desarrollado económicamente pero no en principios…) se suma a la impotencia que deben sentir cuando se ven obligados a malvivir de la solidaridad de terceras personas, y más aún, cuando su tierra, su patria física, es uno de los territorios mundiales más ricos en cuestiones de pesca, en fósforo e incluso en petróleo. Sin mencionar la expoliación de recursos que están sufriendo… ¿Cómo explicar esto a un niño saharaui? ¿Cómo esperar que este niño cuando sea mayor no intente revelarse por la vía violenta?
Violencia, muerte de inocentes, dolor, desasosiego… la historia nos muestra como las guerras no tienen un vencedor, tan sólo pueblos que quedan devastados. No soy partidaria de soluciones beligerantes, no creo que las balas puedan llegar más lejos de lo que puede llegar la voz o la palabra, pero también entiendo que en este contexto los saharauis piensen que no queda otra salida. Me aterra pensar que una guerra pueda lapidar al pueblo saharaui, llegando incluso a hacerlo desaparecer. Aunque no sería más que otro golpe para este pueblo, que a pesar de todo, demuestra día a día que no es un pueblo fácil de hundir, que su esqueleto no tiene los huesos de cristal, pues ha podido, puede y podrá soportar los golpes que el futuro le depare para conseguir su meta. Pero podemos ayudarlos, la información es poder, depositemos en ella nuestras esperanzas.
Poetas hermanos hablan, piensan y escriben en español con relativa libertad desde Tinduf. Pero hay otra realidad, la que se vive en los territorios ocupados donde la voz de miles de saharauis es silenciada, silenciada en la tierra que les fue robada! Me cuesta trabajo digerirlo sin que provoque en mí una indigestión de injusticia, de dolor, de empatía con este pueblo. “Las voluntades de los pueblos son invencibles” versa un anciano poeta. En el caso saharaui estas voluntades se plasman en versos, en estrofas capaces de remover mentes, de abrir los ojos del más ciego, o de resonar en los oídos del indiferente.
El pueblo saharaui es parte de nosotros, debemos comenzar a sentir su lucha como propia. esta realidad debe terminar ya.
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